lunes, 26 de enero de 2009

GALLETITAS (Jorge Bucay)



GALLETITAS
A una estación de trenes llega una tarde, una señora muy elegante. En la ventanilla le informan que el tren está retrasado y que tardará aproximadamente una hora en llegar a la estación.

Un poco fastidiada, la señora va al puesto de diarios y compra una revista, luego pasa al kiosco y compra un paquete de galletitas y una lata de gaseosa.

Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del andén. Mientras hojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a leer un diario.

Imprevistamente la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo el muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y después de sacar una comienza a comérsela despreocupadamente.

La mujer está indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a hacer de cuenta que nada ha pasado; así que, con gesto ampuloso, toma el paquete y saca una galletita que exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente. Por toda respuesta, el joven sonríe... y toma otra galletita.

La señora gime un poco, toma una nueva galletita y, con ostensibles señales de fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho. El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta.

La señora cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido. Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo la última galletita.

"No podrá ser tan caradura", piensa, y se queda como congelada mirando alternativamente al joven y a las galletitas.

Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la última galletita y, con mucha suavidad, la corta exactamente por la mitad.

Con su sonrisa más amorosa le ofrece media a la señora.

-Gracias! -dice la mujer tomando con rudeza la media galletita.

-De nada -contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad.

El tren llega. Furiosa, la señora se levanta con sus cosas y sube al tren.

Al arrancar, desde el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa:

"Insolente".

Siente la boca reseca de ira. Abre la cartera para sacar la lata de gaseosa y se sorprende al encontrar, cerrado, su paquete de galletitas...

Intacto!.

By Jorge Bucay, De "El buscador"

FELICES...



FELICES
Los que saben reírse de sí mismos,
porque nunca terminarán de divertirse.

FELICES
los que son suficientemente inteligentes
como para no tomarse en serio a sí mismos,
porque serán apreciados por quienes les rodean.

FELICES
los que saben descansar y dormir sin buscar excusa,
porque llegarán a ser sabios.

FELICES
los que saben distinguir una montaña de una piedra,
porque evitarán muchos inconvenientes.

FELICES
los que están atentos a las necesidades
de los demás sin sentirse indispensables;
porque serán portadores de alegría.

FELICES
los que saben mirar con seriedad las pequeñas cosas
y con tranquilidad las cosas grandes;
porque irán lejos en la vida.

FELICES
los que saben apreciar una sonrisa y olvidar un desprecio;
porque su camino estará pleno de sol.

FELICES
los que piensan antes de actuar y rezan antes de pensar;
porque no se turbarán en lo imprevisible.

FELICES
los que saben escuchar y callar;
porque aprenderán cosas nuevas.

FELICES
los que saben callar y ojalá sonreír
cuando se les quita la palabra, se los contradice;
o cuando les pisan los pies,
porque el Amor empieza a penetrar en su corazón.

FELICES
los que son capaces de interpretar con benevolencia
las actitudes de los demás,
porque conocen el valor de la Caridad.

FELICES
los que saben reconocerse a sí mismos en todo lo que encuentran;
porque habrán hallado la Paz y la verdadera Sabiduría.

DESCONOZCO EL AUTOR

martes, 6 de enero de 2009

ESCOGE LA VIDA (Leo Buscaglia)



ESCOGE LA VIDA
Del libro “Vivir, Amar y Aprender”
de Leo Buscaglia

“Reír es arriesgarse a parecer tonto”.
Bueno, ¿y que? Los tontos se divierten muchísimo.

“Llorar es arriesgarse a ser tildado de sentimental”.
Por supuesto que soy sentimental, y me encanta.
Las lágrimas son una gran ayuda.

“Acercarse a otro es arriesgarse al compromiso”.
¿Por qué es un riesgo comprometerse?
Yo anhelo comprometerme.

“Exponer los sentimientos es arriesgarse a mostrar la verdadera personalidad”.
¿Qué otra cosa tengo para mostrar?

“Amar es arriesgarse a no ser amado a cambio”.
Yo no amo para que me retribuyan con amor.

“Vivir es arriesgarse a morir”.
Estoy preparado para eso.
Que nadie se atreva a derramar una solo lagrima cuando se entere de que Buscaglia voló por los aires o cayo muerto, porque lo hizo con entusiasmo.

“Confiar es arriesgarse a sufrir desesperanza,
e intentar es arriesgarse a fracasar”.
Pero hay que correr riesgos,
porque el mayor error en la vida es no arriesgar nada.

La persona que nada arriesga no hace nada,
no tiene nada,
no es nada y se convierte en una nada.

Podría esquivar el sufrimiento y el dolor,
pero simplemente no puede aprender,
no puede sentir, cambiar, madurar, amar ni vivir.

Encadenado a sus certezas, se transforma en un esclavo.
Ha perdido su libertad.
Solo el que arriesga es verdaderamente libre.

DARSE CUENTA (Jorge Bucay)



DARSE CUENTA
De "Cuentos para pensar"

Este cuento está inspirado en un poema de un monje tibetano, Rimpoche, y que rescribí según mi propia manera de decir, para mostrar una característica mas de nosotros, los humanos.

Me levanto una mañana, salgo de mi casa, hay un pozo en la vereda, no lo veo, y me caigo en él.

Día siguiente...
salgo de mi casa, me olvido que hay un pozo en la vereda, y vuelvo a caer en él.

Tercer día,
salgo de mi casa tratando de acordarme que hay un pozo en la vereda, sin embargo, no lo recuerdo, y caigo en él.

Cuarto día,
salgo de mi casa tratando de acordarme del pozo en la vereda, lo recuerdo, y no veo el pozo y caigo en él.

Quinto día,
salgo de mi casa, recuerdo que tengo que tener presente el pozo en la vereda y camino mirando el piso, y lo veo y a pesar de verlo, caigo en él.

Sexto día,
salgo de mi casa, recuerdo el pozo en la vereda, voy buscándolo con la vista, lo veo, intento saltarlo, y caigo en él.

Séptimo día,
salgo de mi casa, veo el pozo, tomo carrera, salto, rozo con las puntas de mis pies el borde del otro lado, pero no es suficiente y, caigo en él.

Octavo día,
salgo de mi casa, veo el pozo, tomo carrera, salto, ¡llego al otro lado! Me siento tan orgulloso de haberlo conseguido, que festejo dando saltos de alegría... Y al hacerlo, caigo otra vez en el pozo.

Noveno día,
salgo de mi casa, veo el pozo, tomo carrera, salto, y sigo mi camino.

Décimo día,
me doy cuenta recién hoy que es más cómodo caminar...
por la vereda de enfrente.

By Jorge Bucay

CACHORROS EN VENTA



CACHORROS EN VENTA
El dueño de una tienda estaba clavando un letrero sobre la puerta que decía "Cachorros para la venta".
Letreros como ese atraen a los niños y un niño apareció bajo el letrero.
-¿Cuánto cuestan los cachorros?
-Entre 30 y 50 dólares -replicó el dueño.
El niño buscó en sus bolsillos y sacó unas monedas
-Tengo $ 2,37-dijo -¿puedo verlos, por favor?
El dueño sonrió y dio un silbido, y de la perrera salió Lady, quien corrió por los pasillos de la tienda seguida de cinco diminutas bolas plateadas de pelaje. Uno de los cachorros se retrasaba considerablemente detrás de los demás
-¿Qué pasa con ese perrito? -dijo el niño señalando al cachorro que cojeaba rezagado.
El dueño de la tienda le explicó que el veterinario lo había examinado, y había descubierto que no tenía la cavidad del hueso de la cadera. Siempre sería cojo. El niño se emocionó.
-Ese es el cachorro que quiero comprar
-No tienes que comprar ese perrito -le dijo el dueño de la tienda.
-Si realmente lo quieres, te lo daré.
El niño se molestó un poco. Miró directamente a los ojos del dueño de la tienda y señalándolo con el dedo dijo:
-No quiero que me lo regale. Ese perito vale tanto como los demás, y pagaré todo su valor. Le daré $2,37 ahora, y cincuenta centavos mensuales hasta que lo haya pagado completamente.
-No creo que quieras comprar ese perrito -replicó el dueño.
-Nunca va a poder correr ni jugar ni saltar contigo como los demás cachorros.
En ese momento, el pequeño se agachó y arremangó su pantalón para mostrar una pierna malamente lisiada, retorcida y sujeta por una gran abrazadera de metal.
-Bien -replicó suavemente el niño mirando al señor.
-yo tampoco corro muy bien y el cachorrito necesitará a alguien que lo entienda.